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Hace días leí en el sitio de la BBC una columna donde relataba que la brutalidad que puede llegar a vivir un ser humano en esta vida hace que cada vez menos pensemos o creamos en la existencia de un infierno donde el alma estaría condenada a una eternidad de dolor y sufrimiento.

Razones y pruebas de semejante argumento sobran; basta con caminar por las calles de cualquier ciudad del mundo, encender el televisor en un noticiario o leer cientos de páginas web que relatan el estado tan sombrío por el que atravesamos como humanidad en este siglo XXI.

A propósito de todo esto es lo que sucede en Sudan, en concreto en la zona de Darfur, en la cual desde febrero de 2003 más de 400 000 personas han muerto y cerca de 2 000 000 se han desplazado consecuencia de la guerra civil.

La causa de todo este genocidio es el conflicto entre Janjaweed y los africanos de raza negra, durante estos años los Janjaweed (algunas fuentes relatan que tienen apoyo del Gobierno de Sudan) han exterminado gran parte de las comunidades étnicas como zaghawa y los masalit, estos grupos étnicos quienes en un inicio se sublevaron protestando por la miseria que han vivido después de que ocurrió la Segunda Guerra Civil Sudanesa.

Sin embargo lo que sucede actualmente es lamentable y deplorable, el Presidente Sudanés no permite que el ejército de cascos azules ayude a terminar el conflicto porque "atenta" a su soberanía permitiendo que sólo ejército de la Unión Africana intervenga en la región. Aunado a esto el apoyo nulo de la Unión Europea y de cualquier nación democrática de este mundo acentúa que sigan sucediendo toda clase de torturas, matanzas, violaciones a mujeres, menores y hombres fallecidos a causa de desangramientos cuando son castrados y en donde los desplazados mueren de inanición a falta de alimento, agua y medicamentos.

Por eso dicen que el infierno es la misma estancia en tierra.