Resultados de un experimento sugieren que los seres humanos pertenecientes a un grupo suelen castigar a los miembros más generosos mediante rechazo social, inclusive si su generosidad beneficia al grupo.
Créditos: JD Hancock / Flickr.
Contrario al sentido común, pareciera que ninguna buena acción se queda sin castigo, aunque está beneficie a un grupo social.
La cooperación entre humanos, se ha percibido como una estrategia que le permitió tener éxito, desde temprana edad se nos inculca que la generosidad, altruismo o solidaridad son valores que debemos promover. En un estudio realizado por Kyle Irwin y Christine Horne, publicado en Social Science Research, se llegó a la conclusión de que los miembros más generosos de un grupo son rechazados, inclusive si su generosidad beneficia a los demás.

El resultado por demás inquietante muestra inclusive que algunos miembros pagan para que el generoso sea castigado.

El estudio realizado con 310 voluntarios participaron en un juego. A cada participante se le otorgaron 100 puntos, esenciales para conseguir tarjetas de regalo de Amazon con un valor de $100 dolares. Ellos tenían que decidir la cantidad de puntos que donarían al grupo y con cuantos se quedarían. Tales contribuciones se duplicaban y se repartían de forma equitativa a todo al grupo, independiente de los puntos que habían aportado.

Tales donaciones se realizaban mediante equipo informático y los participantes no podían contactar a los demas previo a la entrega de puntos. Aunado a ello, había también simulaciones del programa informático que participaba con comportamientos predeterminados.

Cada miembro participaba en rondas, donde era el quinto en participar, conociendo las donaciones previas, para después continuar un sexto voluntario. A excepción del voluntario, los demás participantes eran simulaciones por computadora que tomaban papeles tanto de generosidad o de egoísmo. Por norma general, las primero cuatro simulaciones contribuían entre 45 a 55 puntos, siendo la última participación la más generosa o egoísta.

De esta forma cada miembro evaluaba a cada miembro del grupo con la oportunidad de castigarlo. Pero el castigo tenía un precio, por cada tres puntos restados a otro miembro el que castigaba perdía un punto.

Los resultados indican que los participantes no se mostraban reacios a castigar, cerca de un 77% de los jugadores redujeron al menos un punto a los demás miembros, siendo el costo medio del castigo era de siete puntos. La mayoría castigo a los egoístas pero también los más generosos sufrieron consecuencias de sus actos.

Esta mayoría estaba dispuesta a reducir sus oportunidades de conseguir la tarjeta de regalo sólo para castigar una conducta de cooperación y muchos de ellos, incluso querían su expulsión del grupo. En una evaluación posterior a cada miembro, en una escala de 1 a 9, los más dadivosos obtenían evaluaciones inferiores a 3.

De acuerdo a Irwin los datos se pueden interpretar como escalofriantes, ya que denotan la importancia que tienen las normas, puesto que para los individuos es más importante ajustarse a las reglas que buscar el beneficio del grupo. A la larga se castiga tanto a los que se benefician de los demás, pero también a aquellos inconformistas, que pueden ser vistos también como individuos que sólo buscan su provecho.

Irwin relaciona tales evaluaciones a situaciones cotidianas como el rechazo social, la burla o la xpulsión de un grupo. Las razones considera pueden ser debido a que los más generosos los hacen ver o sentir mal; también es posible los celos o la percepción de que no estan haciendo lo suficiente.

No obstante en cierto momento, si las contribuciones son numerosas, los deseos de solidaridad se anteponen al castigo.

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